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RIU: DE PARAÍSO TURÍSTICO A NARCO-HOTEL

  • Violencia, impunidad y crimen organizado en la costa mexicana

Por Redacción Especial

En Cancún, a plena luz del día, las olas reventaban con suavidad sobre Playa Caracol. Era julio de 2024. Santiago, un niño de 12 años, jugaba con una pelota en la arena frente al Hotel Riu Cancún. No sabía que en cuestión de segundos, su nombre se sumaría a la larga lista de víctimas inocentes atrapadas entre las balas del narco.

Desde el mar, dos motos acuáticas irrumpieron en la playa. A bordo, sicarios con chalecos salvavidas y fusiles automáticos. Su blanco era un vendedor que, según informes, distribuía droga a los visitantes del hotel. Las ráfagas de plomo no sólo fallaron el objetivo: una de las balas impactó en el pecho del niño. Murió horas más tarde en el hospital.

No es un caso aislado. Es el reflejo más cruel del fenómeno que ha comenzado a definir a una de las cadenas hoteleras más grandes de México: RIU Hotels & Resorts. Y es que si en algo coinciden testigos, ex empleados, investigadores y autoridades, es en una palabra: peligro.

Los carteles ya no están afuera: están adentro

La violencia que antes se limitaba a las calles o a barrios olvidados ahora se ha infiltrado en las piscinas, los elevadores, los restaurantes buffet de hoteles cinco estrellas. El crimen organizado ya no necesita operar desde la periferia. En los hoteles RIU de México, ya operan desde dentro.

Abril de 2025, Hotel Riu Palace Costa Mujeres. Agentes encubiertos de la Fiscalía General del Estado se infiltran en la zona de albercas tras denuncias de extorsión, venta de droga y presencia armada. El operativo se transforma en tiroteo: un presunto criminal muere. Dentro del hotel. A metros de turistas tomando cócteles de bienvenida.

No se trata de un “hecho aislado”, como repiten los comunicados. En septiembre de 2024, una joven denunció el robo de todas sus pertenencias mientras estaba en un evento organizado por el Riu Santa Fe, en Los Cabos. Su testimonio apunta a una red interna de vigilancia, cómplice con los agresores. En enero de 2025, una familia mexicana fue brutalmente golpeada y despojada de sus celulares y joyas por personal de seguridad del Riu Caribe, en Cancún. Una mujer denunció abuso sexual. ¿La respuesta del hotel?

Silencio institucional.

Narco-hoteles: la nueva cara del turismo de horror

El término puede sonar fuerte. Pero cada vez más analistas y periodistas coinciden en que RIU se ha convertido en un narco-hotel. No por apología, sino por omisión. No por complicidad demostrada, sino por inacción sostenida. La impunidad se siente en cada ataque: ninguno de los hechos más graves ha terminado con una condena ejemplar.

El caso del niño Santiago no fue el único en Playa Caracol. Días después, en octubre, otro tiroteo con motos acuáticas terminó con un hombre ejecutado frente al Riu Palace Las Américas. Su cuerpo quedó tendido a menos de 10 metros de la alberca. De nuevo, ni el agresor ni los cómplices fueron detenidos. “Llegan por mar, disparan, se van… es como si no existiera el Estado”, dice un salvavidas que pide anonimato.

Años antes, en Playa del Carmen, también frente a un hotel RIU, ocurrió un ataque similar con el mismo modus operandi. Las motos acuáticas, hasta hace poco símbolo del turismo extremo, se han transformado en plataformas móviles de ejecución.

Turismo criminal y lavado de lujo

La hipótesis más discutida en círculos de investigación es clara: los hoteles RIU estarían siendo utilizados como plataforma de las redes de narcomenudeo. Células criminales participan activamente en la vida financiera de los hoteles.

La desmesurada inversión de la cadena en la construcción de nuevos hoteles en México —más de 10 nuevos complejos en una década— ha encendido alarmas entre expertos financieros y autoridades. La sospecha es directa: ¿cómo puede una empresa justificar este nivel de gasto cuando enfrenta denuncias internacionales, crisis reputacional y baja ocupación tras los episodios de violencia?

¿Dónde están las autoridades?

La complicidad institucional no es explícita, pero el desinterés es evidente. Ni la Guardia Nacional, ni la Secretaría de Turismo, ni las fiscalías estatales han emitido sanciones o exigencias claras contra RIU. La industria turística en México sigue protegiendo a sus gigantes, aún cuando estos representan un riesgo directo para la vida de los visitantes.

Mientras tanto, en las agencias de viajes, los paquetes “todo incluido” siguen vendiéndose como si nada. Familias enteras reservan su luna de miel o sus vacaciones sin saber que están durmiendo en habitaciones donde operan cárteles.

Un paraíso contaminado por el plomo

Cancún, Playa del Carmen, Costa Mujeres, Los Cabos… parajes de postal que hoy están manchados de sangre. Los hoteles RIU ya no son sólo centros vacacionales. Son escenarios de muerte, robo, abuso, impunidad y crimen organizado.

Y hasta que las autoridades actúen con firmeza y transparencia, el término “narco-hotel” no será una exageración. Será una advertencia.