NO ES NORMAL VIVIR CON DOLOR
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Día Mundial – Las
lumbalgias, dolencia más común
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Representa un problema de
salud –muy subestimado en el mundo–, el cual tiene diversas repercusiones
físicas, cognitivas y emocionales, aseguró Nayely Vianey Salazar Trujillo,
académica de la Facultad de Medicina
Fabiola Méndez
En algún momento todos hemos experimentado dolor físico. Incluso nos
hemos acostumbrado a él. Se refiere a una sensación más o menos intensa,
molesta o desagradable que según Nayely Vianey Salazar Trujillo, coordinadora
del Grupo de Trabajo sobre Cuidados Paliativos del Seminario de Estudios sobre
la Globalidad de la Facultad de Medicina, es una alarma ante un daño potencial
o real. “Es la primera alerta de que algo no anda bien”.
De acuerdo con su temporalidad, éste se puede
clasificar en agudo (aparece de repente debido a una lesión o como síntoma de
una enfermedad) o crónico (cuando persiste por más de tres meses). “Vivir así
afecta a quien lo padece en diferentes esferas. La actividad laboral y
relaciones interpersonales del paciente se ven alteradas, pues el malestar le
impide actuar como antes”, explicó.
El crónico –en especial– representa un desafío
tanto para quien lo experimenta como aquellos que lo rodean, ya que genera daño
a nivel físico, psicológico, social o conductual, y sus estragos dependen de su
severidad, duración, tolerancia y capacidad del sujeto para manejarlo.
Vivir con un malestar cotidiano produce mucha
incertidumbre, pues una misma actividad puede detonar dolencias un día y al
siguiente no, y ello invita a permanecer inactivo y aislado; de ahí que el
dolor crónico sea la principal causa de ausentismo laboral y discapacidad.
Limitaciones
Se trata de uno de los problemas de salud más
subestimados en el mundo. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor
(IASP, por sus siglas en inglés) estima que una de cada cinco personas lo
padecen a lo largo del planeta. Sólo en Estados Unidos, 50 millones de
individuos experimentan dolor crónico a diario, de los cuales 19.6 millones ven
limitada su vida o actividades laborales a causa del padecimiento.
En México, el 27 % de sus habitantes lo sufren (40
millones) de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía. Además, según un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública,
las más afectadas son mujeres y, entre la población en general, la prevalencia
de dolor aumenta conforme la edad.
La actividad laboral y relaciones interpersonales
del paciente se ven alteradas, pues el malestar le impide actuar como antes”
A decir de Salazar Trujillo, los diagnósticos y
medicación incorrectos son un problema grave. Quienes llegan a los servicios de
una clínica del dolor suelen hacerlo de manera tardía y con tratamientos no
específicos para su etiología. “En algunos casos se atiende a pacientes con un
modelo de dolor neuropático (no tratable con analgésicos convencionales),
refiriendo que llevan tomando antiinflamatorios no esteroideos por más de un
año, lo cual además de ser ineficaz les produce graves efectos secundarios”,
agregó.
“Cada medicamento tiene un perfil farmacológico y
farmacodinámico diferente, por lo que no podemos recetar lo mismo a todos sin
distingo; hay que enfocar los tratamientos a la necesidad de cada cual”,
subrayó.
En ese sentido, la especialista explicó que, en
cuanto al dolor crónico, hay una clasificación etiológica: nociceptivo,
neuropático y nociplástico. El primero produce síndromes agudos, viscerales o
musculares; mientras que en el segundo ya hay alteración del sistema nervioso
central que deriva en dolencias neuropáticas centrales y periféricas.
El término nociplástico –integrado en 2017– nos
habla de un modelo de dolor surgido de una nocicepción alterada a pesar de no
haber evidencia clara de un daño tisular real; por ejemplo, la fibromialgia o
síndromes musculares crónicos encajan en esta etiología.
La afección más común en el último caso son las
lumbalgias, a tal grado que “el 60 % de las solicitudes en las clínicas del
dolor son por síndromes lumbares, los cuales evolucionan en lapsos que pueden
ir de los tres meses a los 10 años”, expuso.
En el país ha habido esfuerzos para tratar esta
problemática. De 2017 a 2021 han aumentado los servicios en clínicas del dolor
o de cuidados paliativos en centros que ofrecen segundo o tercer nivel de
atención, pasando de 42 a 117 en lo tocante a las primeras, y de 57 a 218 en
los segundos, de acuerdo con el Sistema Nacional de Salud (SNS).
Sin embargo –a decir de la académica–, esto no es
suficiente, pues hay un rezago del 79 %: en 2021, sólo el 11.5 % de los
hospitales del SNS tenían clínicas del dolor y apenas el 21.5 % ofrecía
cuidados paliativos.
Además, la probabilidad de tener acceso a
medicamento efectivos es baja, considerando que, en 2015, de 252,000 médicos
mexicanos sólo 1,200 (el 0.5 %) contaban con recetarios para la prescripción de
opioides. Esto hace que cada año 229,000 personas fallezcan en medio de
sufrimientos intensos y que 224,000 intenten sobrellevar sus problemas sin el
apoyo de cuidados paliativos.
El caso de Ángela
Dolor de cabeza, espalda, abdomen, vómito, diarrea
y cansancio son algunos síntomas que incapacitan a Ángela Amador desde los 13
años. Su diagnóstico: dismenorrea incapacitante, afección caracterizada por
calambres frecuentes en el vientre relacionados con la menstruación. Ella
estudia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y, cada que
llega su periodo, experimenta dolor en articulaciones, espalda baja, piernas y
pecho. “Me es difícil hasta sentarme”.
Desde adolescente se realiza chequeos anuales para
descartar cualquier padecimiento y, a pesar de que no le han encontrado ningún problema,
los malestares le impiden llevar una rutina normal. “No iba a clases en esas
fechas, no podía estar ahí, vomitaba a veces por el dolor, me ponía muy fría y,
por ello, prefería faltar”, explicó en entrevista.
La indicación de su médico tratante es tomar
ketorolaco cada ocho horas: antes, durante y después de su periodo. “Es pesado.
El primer día, cuando siento los dolores más intensos, ingiero hasta cinco
pastillas”.
Con los años, Ángela se ha acostumbrado a sus
dolencias y se prepara desde antes con la compra de los analgésicos, pero
quienes la rodean no entienden su condición. “A veces es difícil explicar qué
sientes y necesitas”, finalizó.
En el contexto del Día Mundial contra el Dolor (17
de octubre) es necesario sensibilizar y crear conciencia de que este tema es
parte integral del derecho a la salud física y mental, a los niveles más altos.
FUENTE: UNAM