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MANUEL ACUÑA, EL POETA ETERNAMENTE JOVEN QUE BUSCÓ CONCILIAR AL PAÍS

  • Este 6 de diciembre se cumple el 150 aniversario de la muerte del escritor coahuilense, cuya obra y corta vida lo convirtieron en leyenda

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan al escritor coahuilense Manuel Acuña (1849-1873) en el 150 aniversario de su muerte, este 6 de diciembre, poeta e intelectual, cuyas ideas buscaron conciliar al país, pero autor de una obra y protagonista de una historia que lo han convertido en una leyenda dentro de la literatura mexicana.

Hablar de Manuel Acuña es reencontrarse con el México convulso del siglo XIX, pero también es hablar de un personaje que es recordado a través de su poesía y de su corta vida, quien, aún como estudiante de Medicina, se suicidó a los 24 años, suceso atribuido a un arrebato amoroso por Rosario de la Peña, musa de la época, a quien le dedicó el afamado poema Nocturno a Rosario.

Pero, más allá del mito, las investigadoras Leticia Romero Chumacero y Mariana Ozuna invitan a leer su obra, una poesía viva, visionaria y eternamente joven: “El mito de Manuel Acuña tiene que ver con toda una imaginería del romanticismo del siglo XIX, donde se plantea al poeta como un ser arrebatado, emocionalmente desbordado, cuyas reacciones, sobre todo en el ámbito amoroso o patriótico, son exacerbadas. Él calza muy bien la idea de poeta romántico”, explicó la catedrática de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Leticia Romero.

“Rosario de la Peña fue una mujer de la época encantadora, hacía tertulias a las que acudían gran cantidad de intelectuales, como José Martí, cuando vino al país; Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Manuel María Flores, entre otros. Acaso mucho más cruel fue la vida de Manuel Acuña, pues llegó a la Ciudad de México desde Saltillo para estudiar Medicina con una beca, sin muchos recursos”. De acuerdo con los datos y sus cartas, él salía con una muchacha, compañera de pluma, Laura Méndez, a quien le escribió el poema A Laura y con quien tuvo un hijo.

La también poeta explicó en entrevista que Acuña lideró a una generación de jóvenes quienes abogaron por establecer una idea unificada de nación, una literatura propia, alejada de los criterios españoles, y una mirada de avanzada sobre las mujeres: “Manuel Acuña perteneció a un grupo que se hizo llamar Nezahualcóyotl, cuya primera sección poética la desarrollan en el Ex Convento de San Jerónimo, donde vivió sor Juana Inés de la Cruz.

“En ese lugar, junto con Agustín Cuenca, Juan de Dios Peza, Ricardo Ramírez (hijo de El Nigromante), se reúnen para discutir una serie de temas de carácter literario, se cuestionan sobre cómo debería ser la literatura mexicana y plantean una especie de ruptura con generaciones previas. Al mismo tiempo, expresan una voluntad de continuar con el proyecto nacionalista de Ignacio Manuel Altamirano”.

Refirió que México había pasado por un largo periodo de guerras, desde la lucha por la Independencia hasta intervenciones extranjeras, y este grupo quería reconciliar al país y forjar una idea de nación. Manuel Acuña también tiene una conciencia de que las mujeres escriben, y esto es importante porque su relación con Laura Méndez va más allá de lo amoroso. Ella también escribía, leía mucho, se vinculó con el mundo literario de la Ciudad de México y participó en sesiones de bohemia literaria en más de un grupo.

“Acuña escribió A Laura que, a diferencia del famoso Nocturno a Rosario, es una invitación a que se dedique a la literatura y que lo haga de manera profesional. El cree y está convencido de que una mujer puede ser tan buena, eficaz, creativa, como cualquier hombre. Esto parecería una obviedad, pero no lo era en el siglo XIX y supone una conciencia de modernidad”.

Explicó que este dato fue confirmado a través de una entrevista que Laura Méndez dio a inicios del siglo XX para Revista de Revistas, en la cual mostró el manuscrito original del poema. Sin embargo, para no ofender la memoria del poeta, como la de Laura y su esposo, Agustín Cuenca, amigo de ambos, decidieron evitar hablar de aquella relación temprana y del bebé que murió unas semanas después debido a una bronquitis, “por el peso moral que implicaba una situación de esa naturaleza en el siglo XIX”.

La escritora invitó a acercarse a la poesía de Manuel Acuña con poemas como Ante un cadáver, un poema oscuro, profundo, que fue una novedad ante la literatura religiosa de la época. Asimismo, invitó a la lectura de algunas novelas inspiradas en la figura de este autor, como La lavandera (2007), del escritor español Pepe Monteserín; Cinco balas para Manuel Acuña (2009), de César Güemes, y El pasado (2020), de Víctor Palomo. “Son obras en las que vemos a un personaje literario entrañable y además recrean la época”.

Por su parte, la investigadora Mariana Ozuna recordó que Manuel Acuña perteneció a una generación que vivió un cambio de pensamiento y de modelo de hombre: “Él es un poeta que está entre dos formas de ver el mundo: una materialista, pragmática, científica, pero su poesía nos habla de un mundo que apela al sentimiento, a la hondura sentimental. Entonces, cuando uno lee la poesía de Manuel Acuña se está abrevando de un manantial escondido dentro de la tradición mexicana, sobre todo ahora, porque nuestra época vive una reducción absurda de las emociones”.

La autora agregó que Acuña es parte del movimiento de la poesía romántica, pero esta no necesariamente trata solo del amor, sino de un gran espectro de este: la ternura, la compasión, la paz, el dolor, por lo cual recomendó leer el poema Lágrimas, una elegía que el poeta coahuilense dedicó a su padre tras su fallecimiento.

“Yo recomendaría a los lectores acudir a la poesía de Manuel Acuña cuando les hagan falta palabras para el amor, la ternura, la aflicción, la contemplación, porque la poesía nos provee de ellas para eso que no encontramos manera de retener. Particularmente este poema, Lágrimas, es conmovedor y forma parte de una larga tradición donde están Jaime Sabines, Miguel Hernández, Enriqueta Ochoa, que cantan al dolor de la muerte. Creo que es importante, en un momento en el que la muerte pareciera que ya no nos sorprende, pues su poesía nos conmueve, suscita o agita en nosotros una serie de emociones que nos humanizan”.

Finalmente, expresó que, a 150 años del fallecimiento de Manuel Acuña, “estamos hablando de un personaje en el que escribir poesía y ser joven ofrecen un temple y una sensibilidad específica. Acuña es un antiguo contemporáneo que, ante la anestesia producida por todos los medios de entretenimiento con los cuales vivimos hoy en día, puede hablarles a los jóvenes muy de cerca, porque mantiene esa juventud agitada, además de ser un poeta que se lee sin diccionario y cuya poesía de desliza por la boca, el corazón, la razón y nos acaricia”.