LA IMPORTANCIA DEL LÍDER
Héctor Larios Proa
A la
memoria de Gonzalo Saldaña,
Don
Nacho Matus, y Carlitos Trápaga.
En el futbol el partido inicia
antes de pisar la cancha, la frase es buen ejemplo que viene a la memoria a
propósito del próximo encuentro entre Honduras y México. Les cuento.
Era la eliminatoria de Concacaf
rumbo a la Copa Mundial de EUA 1994, Honduras recibía a México, en el estadio
de Tegucigalpa el 2 de mayo 1993. Con
las tribunas abarrotadas los centroamericanos apoyaban a su selección con la
esperanza firme de dejar fuera al equipo mexicano, que lidereaba el grupo con 8
puntos, le seguía Canadá con 7, y Honduras con solo 3. Solo había un boleto en
disputa.
La noche previa al partido
decenas de mexicanos llegaron acompañando al tri, dirigido por Mejía Barón.
Iniciaban los tours de eventos de futbol, vuelos chárter, hotel y entradas venían
incluidas en sus paquetes.
El ambiente del juego se
sentía en las calles, la televisión hondureña había calentado el partido, exhortando
al público a apoyar a los suyos y presionar a los nuestros. “No saldrán
vivos, no nos ganarán”, rezaba la campaña que se difundía por radio y
televisión.
El ambiente era hostil,
incluso no tuvieron cancha para entrenar y en el hotel donde se hospedaba la
selección mexicana, cientos de hondureños en las afueras del hotel llevaron
“serenata” para no dejarlos descansar. Horas de gritos, porras y otras linduras
se escucharon a lo largo de la noche.
Los mexicanos se “avivaron”, a
escondidas cambiaron de morada, en grupos pequeños salieron del hotel en auto,
acción comandada por Javier el “vasco” Aguirre”, hasta que todos salieron.
Parte de la delegación azteca, directivos y personal administrativo se dejaba ver
de vez en cuando en el lobby para aparentar que el equipo seguía ahí. Mientras los
hondureños continuaban con la “serenata”. Los mexicanos salieron más vivos.
Al día siguiente, los utileros
se adelantaron al estadio para tener todo preparado, fueron los primeros en
darse cuenta del infierno que les esperaba. Las calles eran ríos de gente que
caminaban con banderas rumbo al estadio que llenaron a su máxima capacidad, 34 mil
personas que golpeaban el piso con los pies, al grito de: “No saldrán vivos,
no nos ganarán”. En el vestidor el eco era ensordecedor.
Se acercaba la hora cero, los
futbolistas se miraban uno a otro, eran en su mayoría jóvenes como Campos,
Suárez, Ramón Ramírez, España, García Aspe, Flores, Luis García, entre otros.
En silencio se cambiaban, ni el olor del linimento impregnaba el ánimo precompetitivo.
En una esquina el entrenador estaba
sumido en sus pensamientos. Un silencio sepulcral, hacía más tenso el momento.
A minutos de saltar a la
cancha, cuando todo presagiaba lo peor, una voz unió al grupo, para dar el
mensaje que todos querían escuchar, mejor dicho, necesitaban sentir. Los juntó para
soltar la arenga.
Les advirtió que les esperaban
entradas fuertes, patadas y toda clase de artimañas incluido un arbitraje
localista, y gritos e insultos del público. Y a todo eso había que enfrentar
con determinación, luchar en cada jugada dejando el alma, sin temor, pero con
cabeza fría y máxima concentración. Jugar con el corazón y con la ilusión de llegar
al Mundial. Estos partidos se ganan con… goles.
La fuerza de líder transformó
el ambiente en el vestidor. Los ojos de los futbolistas se iluminaron y sus
corazones brincaron de emoción. Era Hugo Sánchez. Sacudía los miedos para
sacar lo mejor de sus compañeros para mostrarles cómo se defiende la playera
verde.
El grupo emocionado grito:
“Vamos ganar”. Los pensamientos
negativos se alejaron, las dudas se esfumaron por arte de magia, las caras
pálidas recobraron el color. Antes de salir extendieron su mano derecha sobre
el balón y al grito de ¡México, México!, salieron a ganar con los puños y
dientes apretados, queriéndose comer el balón. Entraron con hambre de triunfo
persiguiendo sus sueños.
Un gol tempranero, fue una
falta artera a Luis Flores. Tiro de castigo cobrado por Alberto García Aspe, abrió
el camino para vencer a Honduras 1 a 4.
Este pasaje fue real, sucedió
hace treinta años. Lo recuerdo con la emoción que nos platicaron algunos
protagonistas. Así son esa clase de
partidos, donde los líderes son importantes.
Son otros tiempos, otras
condiciones, pero está historia no debe olvidarse.