Opinión

GUERRERO: ¿PAX NARCA?

 

Pedro Peñaloza

“La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso”.

Jean Paul Sartre

El presunto pacto entre grupos delictivos es común en México y en muchos países, aunque ahora llama la atención la renovada participación de segmentos religiosos para establecer treguas y buscar se garantice el funcionamiento de sus “negocios”, pero “sin afectar a la ciudadanía”.

Los recientes anuncios de “mediaciones” de sacerdotes con grupos de la delincuencia organizada en Guerrero, nos muestra abiertamente la incapacidad y complicidad de las autoridades de los tres niveles de gobierno para aplicar el monopolio de la violencia que tanto difundió Max Weber y sus seguidores.

Si queremos ser contractualistas, momentáneamente, debemos afirmar que la función primigenia del Estado es garantizar la seguridad de sus habitantes; aunque, también, debemos recordar que el Estado surgió para proteger la propiedad privada, como nos recuerda el viejo Engels.

Los susodichos pactos entre las organizaciones criminales exhiben la radiografía de las operaciones cotidianas de gavillas de extorsionadores y asaltantes contra pequeños y medianos comerciantes, ahogados con pagos de “derecho de piso” y compras exclusivas a empresas del crimen. “Impuestos” con plomo y amenazas.

Por supuesto, no seamos ingenuos, los gobernantes están vinculados a los delincuentes por intereses económicos, políticos-electorales y hasta miedo. Pero no es un asunto únicamente de personas “corruptas”, sino de un fenómeno estructural construido en los circuitos del control y la dominación. Ahora, la delincuencia encontró más vetas para explotar: huachicol, robo de agua, de territorios, asaltos a transportistas, minas, comercio, tala ilegal, impuestos a productos de exportación como el aguacate o el limón, etcétera.

Como confesión, el inquilino de Palacio Nacional se aventó la puntada de palomear la intervención de los curas: “todos debemos contribuir a la paz”. Sin duda, su ignorancia es pariente muy cercana de la complicidad.

De ninguna manera es asunto de “todos”. Es el Estado y sus múltiples instituciones quienes reciben miles de millones de pesos de los contribuyentes para proporcionar seguridad y servicios de calidad. Otra cosa es que AMLO use esos recursos públicos para cumplir sus caprichos mientras el país vive “un genocidio a cuentagotas”, afirma Zaffaroni.

Tengamos presente que esos pactos narco-religiosos no tienen futuro. Son inestables, porque el negocio es efímero e insaciable. La ganancia como una categoría capitalista rompe todo, con o sin acuerdo. Ya vimos hace unas horas la masacre escenificada entre Los Tlacos y la Familia Michoacana por el control de territorios.

Por supuesto, las violencias seguirán en el país en tanto tengamos gobernantes asociados a la criminalidad, como los de Guerrero, protegidos por López Obrador. ¿Por qué será?

@pedro_penaloz