DESNORMALIZAR LA VIOLENCIA EN EL NOVIAZGO
·
Por lo regular las personas
jóvenes la callan porque tienen miedo, no cuentan con alguien a quién decírselo
o con una red de apoyo que les permita expresarlo: Alma Patricia Piñones
Vázquez
·
Que sepan que hay formas de
amor en las que nos respetamos, que podemos sentirnos libres, indicó en ocasión
del Día del Amor y la Amistad que se celebra hoy
Tres
de cada 10 jóvenes reportan sufrir violencia en el noviazgo. La más frecuente
es la psicológica, seguida de la sexual y, luego, la física. La primera
consiste en “otro tipo de golpes, los emocionales”, formas y actitudes que
generan daño a la pareja afectiva, por alguien con quien se supone que se
estaría seguro.
Así lo
explica la secretaria de Proyectos Estratégicos del Centro de Investigaciones y
Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, Alma Patricia Piñones Vázquez, quien
señala que estas agresiones son una urgencia social que debe atenderse y
analizarse desde la perspectiva de género, pues está basada en la jerarquía,
dominación, poder y control.
En
México, abunda, se normaliza en el noviazgo: siete de cada 10 mujeres de 15
años o más afirmaron haber sufrido alguna vulneración física o sexual por su
pareja, pero solo 13.6 por ciento acudió a una institución o autoridad a buscar
ayuda, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de
2021, destaca la experta.
Con
motivo del Día del Amor y la Amistad comenta: esta problemática se presenta en
todos los niveles socioeconómicos y, de acuerdo con diversas investigaciones,
en un contexto afectivo es vista como algo “normal”; es decir, las, los y les
adolescentes no reconocen que viven una relación así.
“Si
les preguntas si su pareja es violenta te dicen que no, sólo es un poquito
gritón o un poquito celosa; que los cela porque los quiere; pero esas
situaciones van creciendo y se traducen en baja autoestima, deserción o escaso
rendimiento escolar, trastornos de la alimentación, agresiones físicas,
relaciones con ausencia de placer, violaciones recurrentes, infecciones de
transmisión sexual, inestabilidad emocional, embarazos precoces y utilización
de sustancias adictivas”, puntualiza en entrevista.
Esta
efeméride, resalta, debe servir para hablar de lo que se puede hacer, a fin de
que no sigan presentándose estas situaciones en el marco “del amor”, pues son
numerosos y severos los problemas que allí ocurren.
La
experta universitaria indica que debe considerarse que las y los jóvenes callan
porque tienen miedo y, en ocasiones, no cuentan con alguien a quién decírselo,
con una red de apoyo que les permita expresarlo.
Lo
esconden porque les deja marcas en el alma y el cuerpo, y/o se aíslan de su
entorno ya que su pareja se los solicita, a fin de que no se percaten de estas
agresiones. “Es difícil decir no, no quiero, hasta aquí, no más. Si a los
adultos nos cuesta expresarlo, ¿cuánto le costará a los jóvenes?”, añade.
Piñones
Vázquez recuerda la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (ENVIN),
que reportó: en 2021 el 76 por ciento padeció la psicológica; 17 por ciento,
sexual; y 15 por ciento física, estando en pareja.
Es
necesario sancionar, subraya, pero sobre todo es importante prevenirla y más
cuando se refiere a jóvenes, con quienes se pueden llevar a cabo múltiples
estrategias para que no ocurra, y tampoco sean únicamente las acciones
punitivas las que se emprendan.
En
este contexto, considera que se requiere visibilizar la de género como un
ejercicio de vulneración de derechos y, a la vez, abordar el análisis de las
relaciones asimétricas, desiguales, jerárquicas, entre hombres y mujeres
jóvenes, como parte del contexto de una cultura que invisibiliza o subordina
mayoritariamente a ellas y naturaliza el ejercicio de los ataques en los
varones.
La
académica del CIEG explica que desde hace décadas la UNAM ha tenido múltiples
programas para prevenir esta violencia y una de ellas, SEXUNAM (1993-2021),
consistía en formar promotoras y promotores jóvenes en salud sexual y
reproductiva, entre estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria y el
Colegio de Ciencias y Humanidades.
Como
parte de esta estrategia los/las/les aprendían a reconocer señales de
violencia, a crear planes de intervención y espacios libres de esa conducta.
Derivado
de este programa también se detectó que hay quienes miran la violencia, la
reconocen y la justifican. Otros, la reconocen y no la justifican, se cuidan y
actúan para detenerla.
“Estos
últimos son quienes tuvieron un profesor y/o profesora que hablaron del tema,
que lo expusieron, o que acudieron a un taller, una conferencia, que les dieron
a leer un libro o hicieron ejercicios en las ferias de la salud de la UNAM para
hablar de esta problemática.
“Entonces
empiezan a cuestionar si de verdad las relaciones tienen que ser así, de
dominación, de control. Esto es lo que tenemos que hacer, porque el fenómeno
sigue allí”, reitera la experta.
Estas
acciones, insiste, deben realizarse a partir de la educación básica para ir
acabando con la normalización de este fenómeno que lo ingerimos día a día, a
“cachitos”, a través de las dinámicas familiares, escolares, las interacciones
cotidianas, los productos culturales propuestos en los medios de comunicación,
canciones, películas.
“Así
como desde los niveles básicos les decimos a las niñas y los niños que nadie
puede tocar su cuerpo, también tenemos que indicarles que nadie los puede
maltratar, que no deben permitirlo y diseñar, por ejemplo en el ámbito escolar,
proyectos que les den la posibilidad de accionar herramientas ante este
problema, reconocerlo, aprender a visibilizarlo y a desnormalizarlo”, sostiene.
También
deben emprenderse planes de formación docente con perspectiva de género y de
derechos humanos, a fin de que doten de herramientas a las, los y les jóvenes
para que no la normalicen. “Y que sepan que hay formas de amor en las que nos
respetamos, que podemos sentirnos libres, ser quienes somos y tener la
posibilidad de construir, diseñar, decidir el proyecto de vida que queremos”,
remarca la académica.
Plan
transversal
La
UNAM sigue dando pasos y tomando acciones para avanzar hacia la igualdad
sustantiva y trabaja en ello con su estudiantado, desde el nivel de iniciación
universitaria -secundaria- hasta el posgrado, informa Piñones Vázquez.
Los
métodos que emprendamos, asevera, deben incorporar en el análisis la mirada de
género como marco transversal de la sensibilización, prevención y atención
básica de la agresividad en el noviazgo, enfatizando el análisis crítico de la
construcción social de las masculinidades; es decir, cuestionar las ideas,
creencias, actitudes, estereotipos, normas y tradicionales, modelos y prácticas
de la masculinidad hegemónica en los varones jóvenes, para así́ dar paso a las
alternativas de edificación de igualdad, equidad y libertad en las relaciones.
Hoy,
entre otras muchas medidas, esta casa de estudios tiene escuelas, facultades y
planteles del bachillerato con asignaturas enfocadas a problematizar, revisar y
desarrollar estrategias para prevenir este fenómeno y gestionar comunidades
libres de esta problemática.
Asimismo,
la Coordinación para la Igualdad de Género lleva a cabo múltiples actividades
con diversas entidades de la Universidad, a fin de que la igualdad de género
sea una estrategia transversal.
Origen
Existen
leyendas respecto al Día del Amor o de San Valentín. Una de ellas indica que
San Valentín fue un sacerdote de Roma que arriesgó su vida para unir a las
parejas en matrimonio. El emperador Claudio II lo prohibió, ya que se pensaba
que los solteros sin hijos eran mejores soldados y San Valentín lo consideró
injusto y lo desafió. Fue detenido y enviado por el emperador al prefecto de
Roma, quien al ver que todas sus promesas para hacerlo renunciar a su fe eran
ineficaces, mandó que lo golpearan y después lo decapitaran.
Se
tiene registro de que el primer día de San Valentín fue establecido por el Papa
Gelasio I el 14 de febrero de 494. Al principio, la fiesta era oficial de la
Iglesia Católica hasta que, en 1969, durante el Concilio Vaticano II, se
eliminó del calendario litúrgico.
FUENTE:
UNAM