DESCOMPOSICIÓN EN PALACIO
Pedro Peñaloza
“Para que no se pueda abusar del poder
es preciso que el poder detenga al poder”.
Montesquieu
Al final de su mandato el
presidente López Obrador exhibe la prematura enfermedad de la “añoranza de
poder”. En ocho meses se va. Dicho mal lo ha trastornado viendo a un país en
paz, sin corrupción, con gobernabilidad, con plenos derechos, sin violencias,
pujante, sin pobreza o falta de servicios de salud y unas elecciones próximas
en libertad. Meros delirios.
La jubilación en su rancho es
aparente. Ya impuso la agenda a su candidata con las reformas enviadas al
Congreso, colocó a la mayoría de sus incondicionales como próximos
legisladores, cuidando que el próximo gobierno no se salga del script
obradorista, y, además, deja al ejército empoderado y en los circuitos del
poder del Estado, con un presupuesto altísimo y único en la historia.
Quedó claro, que, el tabasqueño
prometió mucho como candidato y todo fue un libreto demagógico. Hoy se
justifica responsabilizando al pasado, echando culpas a los medios de
comunicación por no informar lo que él quiere. Sus reflejos democráticos se
perdieron una vez en el poder, cayó la máscara del respeto al poder judicial y
la no intervención en las elecciones.
AMLO se ha convertido en el
símbolo de pureza, él sintetiza la verdad, la razón y, por supuesto, él
representa al “pueblo” y sabe lo que quiere. Si alguien intenta “manchar” su
vestidura imperial lo humilla, el periodismo crítico es faccioso y defiende a
los poderosos, los jueces deben ser elegidos por el “pueblo bueno”, los
organismos autónomos que se oponen a su voluntad deben desaparecer, los
ambientalistas que se impugnan sus obras trabajan para intereses ocultos, las
feministas son impulsadas por la derecha. Su inestabilidad emocional lo lleva a
poner en peligro a una reportera del New York Times en la
“Mañanera”, advirtiendo, desencajado, que “lo volvería hacer”.
La “idealización” que ha hecho
AMLO y sus epígonos de su gobierno es ya fanatismo. Hablan de “intervencionismo
extranjero”, “golpes de Estado” e “intentos de desestabilización”. ¿De quién?
Si en la Casa Blanca los ven como sus empleados. Toda la parafernalia y
desplantes del inquilino de Palacio son una gran cortina de humo para tratar de
ocultar el desastre e imponer a Claudia Sheinbaum en la presidencia.
Eso de que “ninguna ley está por
encima de la autoridad moral y política del presidente”, es la síntesis
pedagógica de lo que se viene en los próximos meses. El objetivo es enquistarse
en el poder e imponer su “verdad” a como dé lugar. Para eso son los recursos
públicos ¿Está claro?
@pedro_penaloza