DE GUTIÉRREZ BARRIOS A CUITLÁHUAC
Por Edgar Hernández*
Como cada año, desde hace 23,
evocamos la desaparición física y legado de don Fernando Gutiérrez Barrios a
quien por estos días se quiere escamotear su oriundez para justificar la
eventual llegada de Rocío Nahle a la gubernatura.
Como cada año en este singular
día damos un repaso a la vida política de este campeón de la democracia,
garante de la seguridad pública.
El llamado “Centinela de la
República” quien nunca utilizó “otros datos” para justificar la paz social ante
los embates criminales.
Como cada año, acudimos a las
comparaciones entre el estadista y los mercachifles de la politiquería como
Cuitláhuac García que ha llevado al caos a Veracruz.
A un empobrecimiento y rezago
social peor al que don Fernando se encontró en 1988 cuando llegó a gobernar.
Como cada año, seguimos sin
entender qué hicimos para merecer tamaña maldición sobre nuestro amado
Veracruz.
Por qué el funesto Peje se
decidió por el payaso que animaba sus mítines para que nos gobernara. Para
quien, como primera acción de gobierno, abriera las puertas de par en par a
siete Cárteles delincuenciales por él mismo reconocidos.
Para quien de igual manera
consintiera que la corrupción tomara carta de naturalización y llegara a
extremos inimaginables en el marco de una ausencia de gobernabilidad que ya
mismo sustituye con pataletas, dejadez o cuando anda de buen humor, con
delicadezas y moditos gay.
Y si bien las comparaciones
son odiosas cabe evocar a quien jamás hubiera permitido tal deterioro en la
estabilidad social, política y económica de Veracruz, menos jugar con la salud
pública o voltear la cara ante los excesos de corrupción y saqueo al erario.
Por estos días donde a
Cuitláhuac da igual maquillarse y vestirse con atuendo Halloween, que ponerse
una mascada en la cabeza o adornarla con flores de cempasúchil, no deja de
extrañarse ese severo respeto impuesto por el señor Gutiérrez Barrios en favor
de la institución.
Patria, bandera y presidente
dejaron de ser los símbolos nacionales para convertirse en objetos de desprecio
y mofa.
La investidura fue sustituida
por la mugre, el mal vestir y los mejores empleos para los cuates y amigos de
lecho en donde lo menos que cuenta es la preparación y capacidad en favor del
servicio público para ocho millones de veracruzanos.
El “Nada fuera de la ley”,
expresión usada alguna vez por don Fernando hoy es motivo de esquinazo para
argumentar la escalada de violencia en Veracruz que en este lustro rebasa las
17 mil personas por muerte violenta.
Motivo de justificación son
utilizados los poderes para venganzas personales o dar paso al nepotismo.
La atención hospitalaria y de
medicamentos una prioridad y la educación del PRI que hoy escupen a pesar de
haber salido de ahí, hoy es una plataforma de movilización de contingentes para
complacer al relevo.
Para imponer a una zacatecana
a quien de pronto le gustó Veracruz para gobernar escogiendo el camino corto,
el de la corrupción y el engaño, como le gusta a López Obrador.
Cuando la sucesión de 1988 en
Veracruz, que fue en circunstancias diferentes ya que se dio en el marco de un
permiso de Gutiérrez Barrios para ausentarse del cargo, nunca desató tanta
rebambaramba ni dispendio.
Desde1986, momento en que
llegó al poder don Fernando, se preparó el terreno por si el relevo
presidencial favorecía de Carlos Salinas cosa que sucedió.
El gobernador cuidó a sus
mejores hombres Dante Delgado, Raúl Ojeda Mestre, Fernando Córdoba Lobo y Julio
Patiño.
Desde luego no hubo necesidad
de insaculaciones estadísticas ni farsa de consultas como las que hoy lleva
Morena para imponer el disfraz de “Coordinador” al candidato.
Simplemente ahí a lo largo de
los dos años de gobierno se evaluó el trabajo de esos servidores cuya sorpresa
no fue que Dante haya quedado a cargo de la oficina, sino de que don Fernando,
el “Caballero de la Política” no permaneciera más tiempo al frente de la
gubernatura.
El primero de diciembre de
1988, en el marco de su II Informe de Gobierno, tan recordado personaje dejó
Veracruz para cumplir una responsabilidad nacional que hoy mismo recuerdan y
extrañan millones de mexicanos.
Han trascurrido 23 años de su
sospechosa desaparición física cuya intempestiva muerte hay quien la califica
como crimen de estado y 35 años de su gestión como gobernador.
Su figura pública, sin
embargo, se mantiene enhiesta.
No hay comparación alguna
entre aquel gobernante y Cuitláhuac García, quien en mala hora llega a gobernar Veracruz en 2018 con una cauda que
encabeza otro peor que él, López Obrador.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo