AUSENCIA DE PLACER, TRAS AÑOS DE CONSUMIR DROGAS
· José Francisco
Octavio Gómez González, Mitsi Nieto Durán, Martha Patricia Heredia Ávila y
Rosalía Gabriela Vázquez del Mercado Jiménez comentaron acerca de las
situaciones que llevan a un individuo a usar estupefacientes
El consumo y abuso de
sustancias adictivas es multifactorial, razón por la cual se deben dejar de
lado prejuicios y frases como “lo hace porque quiere”, ya que en realidad los
adictos están atrapados en una enfermedad, coincidieron en señalar expertos en
el tema.
Al participar en el
Conversatorio La sobredosis: ¿consecuencia individual o un problema social?,
organizado por la Escuela Nacional de Trabajo Social, José Francisco Octavio
Gómez González, especialista en psiquiatría infantil y de adolescencia, y
colaborador en las unidades de hospitalización de los Centros de Integración Juvenil,
explicó:
Se ha visto que el
paciente crónico, es decir, el que hace uso de drogas durante años, no siente
el placer que experimentaba al inicio de esta práctica.
Como parte del
circuito del placer, se encuentra el hipocampo, una parte del cerebro donde
también se ubica la memoria. Si escuchamos cierta canción pueden surgir
recuerdos en nosotros, sensaciones que nos hacen revivir determinadas
situaciones, detalló.
En sus estudios, la
psiquiatra Nora Volkow administró cocaína a pacientes que nunca habían
consumido y observó en las imágenes cerebrales que presentaban actividad
relacionada con el placer; no obstante, quienes tienen años de hacerlo, ya no
la registran.
Durante la guerra
de Vietnam, relató el experto, los soldados se inyectaban heroína. De regreso a
sus barrios, varios dejaron de drogarse porque convivían son su familia y
amigos.
Una de las
situaciones que lleva a la sobredosis es que ya no encuentran el mismo efecto:
la cocaína puede provocar infarto o isquemia cerebrales; y la heroína o algún
tipo de opiáceos, la muerte en solo unos minutos, alertó.
Gómez González
aclaró que no todos se “enganchan”; 50 por ciento de quienes sí lo hacen tienen
familiares que consumen alguna. “De cada 10, uno puede engancharse”.
Se observa que el
uso y situaciones de abuso se pueden enlazar con otros aspectos; de ahí la
importancia de verlo de manera multifactorial, precisó.
Mitsi Nieto Durán,
psicóloga, maestra en desarrollo educativo y doctora en ciencias sociales,
quien se ha desempeñado como académica en diversas universidades, recalcó que
las razones para iniciar y permanecer en el consumo pueden ser distintas.
Asistimos, sin duda, a un tiempo de excesos en varios sentidos.
Actualmente,
mencionó, se vinculan con la tecnología, entretenimiento rápido y fácil,
sobreexposición de la vida privada, artefactos que dan “sentido” a la
existencia y que es necesario remplazar con frecuencia; la última moda, lo
nuevo sin fin. El consumo se puede volver problemático, adictivo.
La sociedad,
sostuvo, tiende a generar “chivos expiatorios” y el adicto es un ejemplo;
“parece que él elige autodestruirse”. Pero no: “una cosa es la que quisiera y
otra la que puede”.
Un sujeto que usa
una sustancia como cocaína tiene una historia de otras adicciones, fracaso
escolar, desintegración en sus ámbitos sociales, etcétera; por eso hay que
pensar en una atención que no sea la satanización, sino la escucha y mirada al
sujeto que no es “el adicto” o “el mariguano”, sino José, Pedro o el nombre que
lleve cada persona. “Ese es el reto para nuestras disciplinas”.
¿La sobredosis es
resultado del sujeto con sus consecuencias individuales? ¿O es la sociedad
quien lo enferma ofertándole objetos y consumos infinitos? Posiblemente ambas.
Ahora, hay que avanzar en el camino de la salud mental, y primero dejar de
satanizar ciertas adicciones y hablar del modo en que podemos escucharnos,
conocernos, cuidarnos de lo que nos produce adicción. “Hay que reconocer a
nuestro monstruo, abrazarnos a nosotros mismos y decir no”, argumentó la
experta.
Alejarse de su
realidad
La responsable del
área médica del Instituto de Educación Media Superior “Carmen Serdán”, Martha
Patricia Heredia Ávila, expuso que la sociedad expía sus culpas señalando,
haciendo ver a las personas que consumen como lacra, lo malo de la sociedad.
Pero eso es como estigmatizar a los enfermos de hipertensión o diabetes.
Recordó que en
todas las culturas ha habido mitos y ritos; las sociedades son religiosas. En
las culturas maya y náhuatl había chamanes y sacerdotes que utilizaban
sustancias psicoactivas y tenían una función: tener contacto con la divinidad y
predecir lo que iba a ocurrir. Para cumplir con sus funciones necesitaban un
estado mental alterado: empleaban cannabis, nicotina, mezcalina del peyote, psilocibina
de los hongos, etcétera. La huichol aún tiene chamanes.
Con frecuencia,
quien consume quiere irse de su realidad y pasar a otro mundo para dejar de
tener dolor, tristeza, miedo, odio, frustración o resentimiento, dijo.
Es una práctica
multifactorial y la sobredosis un problema social. Hay que atender a cada
persona y voltear a ver a la sociedad, tomar en cuenta lo individual, pero
también lo colectivo, aseveró.
Rosalía Gabriela
Vázquez del Mercado Jiménez, responsable jurisdiccional del Programa de salud
mental y adicciones en la alcaldía Miguel Hidalgo, puntualizó: aunque nacemos
sin información de la realidad o de la sociedad, tenemos una genética heredada
de nuestros padres.
Hay un gen, el
ALDH2, que tienen algunas personas y al nacer están predispuestas al consumo
abusivo de ciertas sustancias, de las cuales, las más fáciles de conseguir y
socialmente aceptadas son tabaco y alcohol.
“No las ven como
droga; socialmente no lo son, pero en realidad sí afectan el sistema nervioso
central y producen una sensación de placer, que engancha a los jóvenes y
adolescentes”, concluyó.
FUENTE: UNAM