ALEJANDRO LUNA, ARTISTA ESCENOGRÁFICO INSPIRADO EN LA ARQUITECTURA
- Participó en más de
200 montajes, entre óperas, obras teatrales, puestas dancísticas y
películas; en 2016 el Inbal le otorgó la Medalla Bellas Artes
Recuerdan a Alejandro Luna a un año de su
fallecimiento, arquitecto que contribuyó a la creación de más de 60 espacios
teatrales y uno de los escenógrafos mexicanos más importantes del siglo XX y
principios del XXI.
Su creatividad y saber lo llevaron a participar en
más de 200 montajes, entre óperas, obras teatrales, puestas dancísticas, así
como largometrajes. Fue miembro fundador y presidente de la Sociedad Autoral de
Escenógrafos Mexicanos, docente de la Escuela de Arte Dramático del Inbal, del
Centro Universitario de Teatro de la UNAM, así como miembro emérito del Sistema
Nacional de Creadores de Arte y del Seminario de Cultura Mexicana.
Entre los reconocimientos obtuvo el Distinguished
Artist Award, otorgado por la International Society for the Performing Arts
en 2004 y el Honorable Scenographer por parte de la
Organización Internacional de Escenógrafos, Técnicos y Arquitectos Teatrales
(OISTAT) en 2007.
Entre los galardones nacionales, por la
película Frida. Naturaleza viva, obtuvo un Ariel en 1985 y en
2001 le fue otorgado el Premio de Honor de la Asociación de Críticos y
Cronistas de Teatro, así como el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Recibió
el Premio Universidad Nacional en el campo de Creación Artística y Extensión de
la Cultura en 2007 y en 2016 el Inbal le otorgó la Medalla Bellas Artes.
Fue “en el Palacio (de Bellas Artes) donde conocí
los esplendores del ‘teatro tradicional’: el ilusionismo decimonónico, las
maquinarias de Julio Verne, la escenografía bidimensional, la falsa
perspectiva, la luz pintada…”, así recordó el reconocido arquitecto su primer
encuentro con la escena, durante su discurso de entrada a la Academia de las
Artes, el 27 de marzo de 2007.
En aquella ocasión, rememoró cómo, siendo aún
estudiante de Arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), tuvo una catastrófica incursión en la actuación. Sin embargo, destacó
que su maestro, el también escenógrafo Antonio López Mancera, durante esa etapa
decisiva, “nos invitaba a ver los montajes y ensayos de la Ópera de Bellas
Artes”, tiempos, además, en los que “la escenografía era sinónimo de
imitación, de mentira, de falsedad, de traición a los dogmas de la
arquitectura moderna; usaban el término ‘escenográfico’ peyorativamente”.
Decidido a buscar un lugar dentro del teatro, Luna
inició su trabajo a mediados del siglo pasado, el cual se distinguió por dar
énfasis a los valores intrínsecos tanto de la arquitectura como de la
escenografía, lo cual quedó explícito en la exposición de 2012 que el Museo
Nacional de Arquitectura (Munarq) del Inbal, Alejandro Luna, cinco
décadas de teatro, le dedicó para celebrar su trayectoria, en la que
se mostró su participación en una treintena de puestas escénicas, no solo con
fotografías, sino con diseños originales que dieron cuenta de su gran destreza
para el dibujo.
Como creador incansable, en 2017 participó en la
reposición de la obra El convivio del difunto, con la Compañía
Nacional Teatro, escrita y dirigida por Martín Zapata, protagonizada por los
actores Arturo Beristain, Mariana Giménez, Diana Fidelia, Gastón Melo, Juan
Carlos Remolina y Astrid Romo. Para esta puesta, Luna trajo del tiempo los
espacios de una casa de la década de los años setenta, en donde el
protagonista, un marido muerto que se movía y hablaba como si estuviera vivo,
puso en tensión las relaciones familiares desenvueltas en la historia.
Quizá la primera escena de aquella obra ¾en la cual
un rayo de luz corta la profunda oscuridad del espacio escénico, que era el
comedor setentero¾ desplegó ideas fundamentales que el arquitecto tuvo sobre la
creación escenográfica, para quien “el espacio es la materia prima del arte
escenográfico; la arquitectura organiza el espacio para la vida y la
escenografía lo hace para la puesta en escena. Hablar de espacio es hablar de
vacío, de ausencia y de representación; de la construcción mental que hacemos
a partir de estímulos sensoriales, principalmente visuales y por esto
íntimamente relacionados con la luz; lo que llamamos espacio es determinado
por la percepción de sus límites”.
Para el maestro, quien también hizo diseño de
iluminación, la luz era un elemento fundamental del arte escenográfico, el
cual, además, concibió como incompleto, en movimiento, colectivo, dependiente
de otras disciplinas artísticas y fugaz, pues su temporalidad está ligado al
tiempo de la escena.