Cultura

CAMBIO DE PERSPECTIVA PARA APOYAR A CONSUMIDORES DE SUSTANCIAS PSICOACTIVAS

  • La psicología ha integrado nuevos elementos teóricos y prácticos que podrían contribuir a intervenir de forma más efectiva: Luis Ángel Pérez Romero

 

Los intentos de las familias por ayudar a adolescentes o adultos -con problemas de uso, abuso o dependencia de sustancias psicoactivas- encaminados al control, no funcionan; en la mayoría de los casos el paciente volverá al consumo.

 

Se requiere un cambio de perspectiva hacia la implementación de la aceptación, la validación y el entrenamiento en habilidades como la atención consciente, que permita a los familiares entender que en un primer momento actúan para calmarse ellos mismos, y al hacerlo puedan prestar auxilio más efectivo, afirmó el académico de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Luis Ángel Pérez Romero.

 

Al dictar la conferencia Ayuda psicológica a familiares de usuarios de servicios de salud mental: más allá del concepto de la “codependencia”, refirió que quien usa sustancias tiene, por lo menos, dos o tres personas que la rodean y así aumenta la cantidad de gente afectada por esa práctica.

 

Se trata de aquellos cercanos (madres, padres, tíos, hijos, amigos), para quienes no hay demasiadas intervenciones empíricamente probadas, detalló durante el ciclo UNAMirada desde la Psicología.

 

El experto reiteró que los pacientes que llegan a tratamiento lo hacen porque en una gran proporción algún familiar los lleva; la preocupación motiva que los cercanos busquen asistencia y aquellos acuden presionados. Pero ello ocasiona que al poco tiempo lo abandonen, y más tarde vuelvan a ingresar; eso se repite por varios años.

 

Hay quienes han estado en 20 “anexos” de rehabilitación y la familia comienza a actuar con el propósito de que cambie, situación que se conoce entre los grupos de autoayuda como codependencia; es decir, la búsqueda incesante de apoyar al otro, lo cual se vuelve duro para quien convive o trabaja con la persona.

En psicología, explicó Pérez Romero, se ha optado por dos procesos: el de cambio y aceptación. El primero se enfoca en que deje de consumir, se recupere y vuelva a ser como antes; y el segundo, en que los familiares acepten que cambiará cuando tenga que hacerlo.

 

En la literatura científica, expuso el universitario, varios de los tratamientos se encaminan a que los familiares sean los agentes de transformación de los usuarios de sustancias. La FP tiene un programa basado en el entrenamiento en habilidades de comunicación y solución de problemas.

 

Mientras que en el Instituto Nacional de Psiquiatría hay uno de afrontamiento, cuyo objetivo es que el familiar vea qué estilo ha tenido al tratar de lidiar con la situación y solucionar primero su problemática; a partir de ahí propiciar que el paciente se integre a un tratamiento, sí así lo desea.

 

Ambas aproximaciones tienen evidencia de su efectividad; sin embargo, son posturas que mantienen una visión incompleta del reto y llevan a una limitación en la efectividad de los resultados, opinó Pérez Romero.

 

Recientemente, la psicología ha integrado nuevos elementos teóricos y prácticos que podrían favorecer intervenir de forma más efectiva en la dinámica de las personas que buscan auxilio para sus seres queridos que presentan alguna complicación de salud mental.

 

Entre estos conceptos están la aceptación, validación y entrenamiento en habilidades como la atención consciente. Es decir, se unen las dos perspectivas: que los familiares acepten que los usuarios tendrán que cambiar su patrón de consumo de sustancias psicoactivas cuando tengan que llevarlo a cabo y lo que implica a nivel interno por parte del familiar, y que ellos tengan una forma efectiva de prestar apoyo cuando eso ocurra y durante el proceso de toma de consciencia del usuario de sustancias.

 

Numerosos padres, hijos, amigos, en lugar de actuar a partir de lo que está pasando, lo hacen con base en lo que piensan, sienten, recuerdan o quieren, y así tratan de dar amparo; “empiezan a actuar para aliviar su dolor”.

 

La implementación de esa nueva perspectiva -que también tiene que ver con aportes de los últimos años en psicología, como mindfulness, y valores personales que han mostrado ser poderosas variables para lograr una conversión- les permite entender que en un primer momento actúan para calmarse y al hacerlo pueden prestar colaboración más efectiva.

 

Durante largo tiempo los tratamientos estuvieron centrados en dejar de consumir, pero si uno mira más allá de esta práctica en la vida del usuario podemos encontrar razones por las que puede rehabilitarse. En el contexto del uso de sustancias y demás adicciones conductuales, el primer paso es centrarse en otros aspectos que motiven al paciente, relevantes en su vida, y llegar a una meta de abstinencia o moderación, aseveró Luis Ángel Pérez.

 

Hay que preguntarle qué era importante para él antes del consumo, para remitirlo a los ámbitos significativos de su existencia. “Hay que establecer un acuerdo y trabajar con una meta y, una vez con el compromiso, encontrar razones que lleven a la modificación en la terapia de conducta. Hay que hallar los motivos por los que tiene sentido hacer algo más que consumir sustancias”.

 

La codependencia es inefectiva; se debe mostrar a la familia que los intentos de ayuda directos no van a funcionar, pero eso no significa que se carezca de alguna forma de prestar auxilio. También aceptar que hay intentos que carecen de los efectos deseados, y mostrar una ruta diferente, concluyó Pérez Romero.

 

FUENTE: UNAM